Para que algo se manifieste es necesario un movimiento, un primer movimiento. La mecánica de tal movimiento, la percepción de tal dinámica es independiente de su interpretación o “puesta en cifra”. De tal manera que desde cuando… “En el Principio era el Verbo…” y el verbo se hizo manifiesto, comenzó la “Logodisea” de la Palabra, el develamiento de sí misma, la travesía de eso que nos hace ser a través del lenguaje. El trayecto hasta este instante ha sido meditado por múltiples eslabones de la cadena que somos, y aunque somos una sola cosa, es innecesario argumentar al respecto de algo no sólo intuido sino experimentado desde el ancestro. Un relámpago se ha reflejado en el espejo de dendritas y ha iluminado el Árbol de la Vida nuevamente hoy. Sabemos ahora, que las falanges del árbol-relámpago están en constante ramificación y que no siguen leyes fractales sino transfractales. Sabemos también ahora que dentro de la lógica paradójica que más verdaderamente configura la razón, todo es y no es al mismo tiempo. Es así, que cualquier tipo de visión o interpretación hasta ahora, han estado viciadas por paradigmas aberrantes en el sentido en que los astrónomos hablan de aberraciones en las lentes. Sabemos del poder de las antenas visionarias y aceptamos con júbilo lo que han puesto sobre la mesa colectiva: son instrumentos de un director que siempre ha operado para armonizar la orquesta humana y de eso no tenemos la menor duda.
Al proponer una estética transfractal, estamos diciendo que existe una dinámica transfractal y que esta dinámica, no sólo afecta al universo físico, sino también al universo psíquico del cual el lenguaje es su más refinada expresión pues en sí el cosmos y el caosmos son lenguaje.
Una estética transfractal atiende pues a una estética de dinámica transfractal, de tal manera que establecer ciertos cauces se hace necesario: (continuará…)